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Oda a Hergé

Hay dos maneras de hacer una película adaptando un libro (o un cómic). La totalmente fiel (buenos ejemplos son El Club de la Lucha o la Carretera) o una algo más libre y, por lo tanto arriesgada. A este último grupo pertenecen, entre otras, Alatriste (pese a su bajo éxito, recomendable) o Las Aventuras de Tintín: el Secreto del Unicornio, una maravilla que refunde parte de dos cómics de George Remí (Hergé) -El cangrejo de las pinzas de oro y El tesoro de Rackham el Rojo-  y la totalidad de otro –El secreto del Unicornio- creando una gran película.

La historia, sin entrar en excesivos detalles, trata de una aventura por descifrar el contenido de un pergamino. Ése es el secreto del Unicornio. Para conocerlo, Tintín (Jamie Bell) debe resolver una serie de problemas creados por Ivanovich Sakharine (Daniel Craig) con la ayuda de los ya conocidos personajes de Hergé: su inseparable Milú (totalmente entrañable en la película) el Capitán Haddock (Andy Serkis), o los chiflados detectives Hernández y Fernández (Nick Frost).

Como en los cómics, Tintín pilota un avión, conduce coches, motos, pelea, dispara…  y piensa. Como buen reportero-Hombre orquesta, Tintín sabe hacer todas las actividades habidas y por haber, sin que ello conlleve una pérdida de credibilidad de su personaje.

Arriesgarte a ver una peli en 3D puede tener, desde el punto de vista técnico, consecuencias positivas (como en el caso de Avatar, de James Cameron) o, por no decir negativas, accesorias (como en la Alicia de Tim Burton). El Tintín de Spielberg pertenece al primer grupo. El 3D parece ideado para este tipo de películas. El sistema ‘Motion Capture’ es impresionante y la sensación de tridimensionalidad es total.

Las Aventuras de Tintín conjuga a la perfección una gran historia con una impecable realización. Y todo ello desde la animación (partiendo de actores reales), pero sin crear una película infantil. Al igual que los cómics de Hergé, que sin ser para niños pueden ser leídos por ellos, Spielberg no se encasilla y no hace una cinta para imberbes, sino que, al más puro estilo del escritor y dibujante belga, crea una gran obra, una Oda a Tintín, una Oda a Hergé.

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